En permanente construcción.

martes, 11 de octubre de 2011

Las luces brillantes en constante movimiento se volvieron mi única realidad. Yo era feliz y el recuerdo de mi infancia en el parque de diversiones lo cuidaba como algo preciado como una parte de mí que quedo en el pasado.
 Pero con el tiempo y sin darme cuenta esas luces girando esas estelas y ese movimiento constante se volvieron mi cárcel. Un encierro del que sigo preso.  El miedo se vuelve el acompañante más fiel y la desesperación por bajar es mayor e inalcanzable.  La sensación de saciedad era imposible, no había vuelta atrás, nada que pudiera fijar mis pies en la tierra. Estaba en constante movimiento sin parar. Las voces se escuchaban, pero se volvían algo irreal, algo que no se podía explicar en mi mundo. Por más que quisiera volver a la normalidad, ni mi mente ni mi cuerpo llegarían a la tierra. Y jamás podré recuperar esa vida que algún día tuve.
Sigo sin recordar  cómo era sentir la sobriedad en mi cuerpo. No estaba muerto, pero sin lugar a duda, hacían varios días que no estaba vivo.  Comunicarme con otra persona ya no era más un deseo, sino una utopía.  Espero algún día despertar de este sueño en el que la realidad y la ficción tenían puntos en común.

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